25 Dom Ord BMarcos 9, 30-37 Descargar PDF


30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera,
31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.»
32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?»
34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo:
37 «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.»

 

 

Para comprender la Palabra
Marcos subraya la distancia de afectos que separa al maestro de sus discípulos: mientras uno sigue su camino libremente hacia la cruz, los otros tratan de ganar privilegios y pelean entre sí por conseguirlos. Nos situamos en el segundo anuncio de la pasión y en la presentación de lo dramático de la vida cristiana: ir tras el maestro, buscándose a sí mismo.

Jesús va camino de Jerusalén, dedicado exclusivamente a la formación de sus discípulos. Ellos son sus compañeros de viaje y destinatarios de una enseñanza más densa y permanente. Los caminos de Galilea se convierten en su escuela privada; Jesús camino a Jerusalén presenta atención únicamente a quien le sigue; sus compañeros son aprendices. A ellos abre el corazón adelantándoles la meta. Intima con quien le acompaña en su vía crucis. Entrega, muerte y resurrección son tres etapas previstas del anuncio de Jesús como una necesidad teológica. Dios deja al hombre en manos de los hombres, pero la muerte tiene un límite, la resurrección ya está anunciada para el tercer día. Un anuncio que los discípulos no entendieron sino hasta después de Pascua. No comprender a Jesús sigue siendo característico de sus discípulos. Pero su incomprensión se hace silencio y miedo que no es sano, reverencial sino obstinado por nacer más bien de una oposición al destino de Jesús. Sienten pavor de que siga hablándoles de la muerte necesaria y prefieren callar y para evitar una reacción como la sufrida con Pedro renuncian a pedir explicaciones. No aceptan aunque callen; el silencio es aquí una forma suprema de resistencia.

Llegan a Cafarnaúm, hogar y escuela más exigente, y allí Jesús pregunta directamente sobre el argumento de su discusión. El silencio revela que la discusión no compagina con el anuncio que Jesús les había repetido camino por Galilea. Están alimentando ambiciones personales y la discordia entre ellos. Andar preocupados por rangos y privilegios contradice frontalmente lo que puede esperarse de quien sigue a Jesús. Tomando pose de maestro y ejerciendo su autoridad Jesús congrega a sus discípulos y mediante una simple contraposición y un breve comentario resuelve la cuestión que les ocupó durante el camino: el primero ha de considerarse el último de todos, y lo será, si sirve a todos. El discípulo mayor es quien más y mejor sirve; primero es quien se pone a disposición de todos. Este es el rol de Cristo dentro de su comunidad y el ministerio de sus dirigentes. Jesús no exige a los suyos más de cuanto les ha dado. Sólo los que se hacen los últimos son dignos de representarle.

A las palabras sigue los hechos, tomó a un niño no como demostración de sus sentimientos sino como demostración concreta de la norma que acababa de pronunciar y que, en adelante, habrá de regir la vida común. Es no sólo el servicio al pequeño sino un pequeño servicio el que hace grande al discípulo si lo realiza en nombre de Jesús. Acoger al pequeño, al más necesitado de atenciones y servicio, es acoger al Señor. Servir al niño es tarea de discípulos que quieren representar a Cristo y acoger a Dios.

Para escuchar la Palabra
Jesús está empeñado en abrir a la comprensión de su destino a quienes le siguen. No quiere hombres inconscientes a su lado. Anunciándoles su final trágico hace menos divertido y aventurado el viaje pero más libre y conscientes del final. ¿Alguna vez como discípulos hemos recibido el anuncio de cruz? ¿Cuál es mi reacción?

Es poco edificante el espectáculo dado por unos discípulos que luchan por el poder, cuando lo único en que piensa el maestro es entregar la vida ¿No es verdad que yo digo seguir a Jesús y, al mismo tiempo, alimento sueños de grandeza? ¿Qué ilusiones despierta en mí ser discípulo de Jesús? Si servir es oficio de primeros, ¿cuáles serían esos pequeños servicios que harían de mí un grande discípulo? ¿Por qué no me pongo a realizarlos? Descubrirlo sería tanto como individuar los motivos por los que no sirva para cristiano.

El Señor ha querido estar identificado con los pequeños y los últimos. ¿Veo su presencia en los más humildes, débiles y pobres? ¿Cómo reacciono? Estoy llamado a salir al encuentro de mi Señor presente en ellos.

Para orar con la Palabra
¡Qué manía la tuya, Señor, de importunarnos con anuncios prematuros y tan poco halagüeños! Molesta que insistas en lo ya sabido: tu inevitable entrega a la muerte y tu retorno fijo en la vida. Pero lo cierto es que no termino por aceptarlo. No te basta tenerme como compañero de camino sino que quieres que libremente me una a ti compartiendo tu estilo y tu destino. Mira que continúo, como tus primeros discípulos, alimentando los primeros puestos y aspirando a diversas dignidades. Ayúdame a aprender que el primero y principal entre los tuyos es el servidor de todos y que tus representantes son los pequeños por más que sea ilógico e impracticable entre nosotros. Si quieres que te siga conviértete en mi perseguidor; no permitas que persiga otros fines que no sean los que tuviste. Seré tu servidor, si consigues que me quede contigo en cuerpo y alma, en el camino junto a Ti y contigo en el corazón.