Marcos 10, 2-16 Descargar PDF
2 Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»
3 El les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?»
4 Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.»
5 Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto.
6 Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y hembra.
7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre,
8 y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
9 Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.»
10 Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto.
11 El les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla;
12 y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
13 Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían.
14 Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.
15 Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.»
16 Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
Para comprender la Palabra
Nuestro texto lo forman dos estructuras independientes aunque con una temática común. La primera sobre la indisolubilidad del matrimonio (2-12); la segunda, sobre la actitud infantil para acoger el Reino (13-16). Sólo el más pequeño, aquel que no tiene nada que ofrecer a cambio, puede acoger el don del Reinado de Dios. Quienes, como los fariseos, viven con un corazón endurecido tienen mucho que aprender de estos pequeños.
Los fariseos en su interés legal, para ‘poner en apuro’ a Jesús, y partiendo de Dt 24, 1-4, le preguntan sobre la licitud del repudio de la mujer por parte del varón. Como si Jesús desconociera la ley preguntó sobre el ordenamiento dado por Moisés. Los rabinos de aquel tiempo no cuestionaban lo dado por Moisés sino los motivos para llevar a cabo el divorcio. Esta pregunta de Jesús a los fariseos es el punto de partida hacia un diverso planteamiento de la moral: hay que hacer una clara distinción entre una reglamentación humana, por aceptable que sea, y la perspectiva de Dios. El proyecto de Dios va más allá de las prescripciones mosaicas. Dios crea hombre y mujer de igual dignidad. La mujer no es ni inferior ni propiedad del varón. En la unión del hombre y la mujer, ambos se enriquecen mutuamente. Esta unión procede de un proyecto de Dios.
Jesús opta, con una radicalidad inusual en su tiempo, por el designio original de Dios; ni una ley tradicional ni siquiera un hombre de Dios como Moisés, han de poner trabas al proyecto inicial de Dios. Lo que Dios pretendió en un principio debe de respetarse. Dejar que Dios sea Dios en el seno de la intimidad matrimonial es la forma de anticipar el Reino que viene.
Cuando llegan a casa continúa instruyendo a los discípulos. Esta vez fundamenta su enseñanza en el decálogo básico de Israel, expresión de la Alianza entre Dio y su pueblo. De nuevo insiste en el mensaje de que la felicidad del ser humano está en cumplir la voluntad de Dios.
No sólo la mujer, sino también los niños en los tiempos de Jesús no representaban nada. Los mismos discípulos creen que el Reino de Dios es de adultos que hacen opciones conscientes, tienen determinados méritos, realizan obras correspondientes. Por eso los discípulos les reñían. Además el evangelista al poner aquí este pasaje indica que los niños son el contrapunto a la mala intención de los fariseos. Jesús reacciona contra la actitud de dureza de corazón propia de los fariseos poniendo a los niños de ejemplo y norma de vida para cuantos esperan el reinado de Dios. La única postura apta para “recibir” el Reino es la de los niños. Recibir porque el Reino es iniciativa de Dios. Recibir como niños porque no es la independencia de Dios, sino la confianza y subordinación lo que convierte al creyente en hijo.
Lo que confiere unidad a los dos pasajes, en el orden de la fe, es la vida cristiana según las exigencias del Reino, es decir: confianza, disponibilidad y abandono. Dicho de otro modo, es el seguimiento de Jesús desde el compromiso y la inocencia. El Reino se acoge como don gratuito, en actitud de entrega amorosa.
Para escuchar la Palabra
Jesús, negando legitimidad al divorcio, pasaba como un opositor frontal a la ley escrita de Dios. Como Jesús, ¿suelo consultar y descubrir la voluntad de Dios o me dejo llevar por leyes o incluso comentarios de los demás? Con su intransigencia, tan incomprensible para nosotros como lo fue para sus contemporáneos, Jesús se pone de parte de Dios y nos descubre la voluntad primera de Dios sobre nosotros. En el caso del matrimonio, ¿creo y defiendo la indisolubilidad matrimonial como parte del proyecto original de Dios? La indisolubilidad del matrimonio no lo ha decidido la Iglesia, ni una escuela de teólogos, sino Dios mismo, desde su proyecto inicial.
Acoger la soberanía de Dios sobre todo lo creado es entender nuestra vida no desde las normas humanas ni desde las convenciones sociales, sino desde la ley de Dios. Esta ley no es arbitraria ni caprichosa: está fundada en su amor creador. Sólo desde este amor se puede vivir la exigencia del Reino.
El Reino anunciado por Jesús es para los niños, para los sencillos e inocentes, para los menos relevantes de la sociedad. ¿Qué actitud tengo para ellos?¿Con qué actitudes recibo el Reino de Dios en mi vida? Jesús los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos; salía en defensa de ellos; los puso como modelos para entrar en el Reino de Dios. Lo admirable de los niños es su disponibilidad, la actitud de dependencia y receptibilidad con que reciben en don. El Reino de Dios hay que acogerlo con apertura y confianza; no con la conciencia de poder ofrecer algo nosotros a Dios sino de recibir de él gratuitamente lo que nos quiera dar.
Para orar con la Palabra
Señor Jesús, fue en el seno de la Virgen María, cuando asumiste nuestra carne mortal, que se realizó la unión entre el hombre y Dios, ese santo matrimonio que fue plenamente consumado sobre la cruz, donde tu amor por el hombre se manifestó hasta la muerte y más allá de la muerte. Así la Virgen Iglesia, nacida de tu costado, puede iniciar su camino contigo, nuevo Adán, en constante novedad de vida. ¡Qué misterio tan grande y verdadero! Que lo representa sacramentalmente la unión santa del hombre y la mujer. Hoy quiero pedirte por los matrimonios cristianos para que sean reflejo de tu amor esponsal. Que su unión indisoluble sea un signo eficaz de tu misterioso amor. Que ninguno de los cónyuges sienta un peso gravoso su vínculo nupcial sino que tu Espíritu de amor mismo que les comunicas desde el día de su boda realice, en cada pareja, el don recíproco del eterno amor. Hoy estamos necesitados de los signos de tu presencia y de tu amor. Pidiéndote por ellos, te ruego que nunca nos falte los signos cercanos y claros de tu misterioso amor.