17 de enero - San Antonio Abad
Este ilustre pionero del monaquismo nació en Egipto hacia el año 250.
Al morir sus padres, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró al desierto, donde comenzó a llevar una vida de austeridad y penitencia.
Reunió en torno a él muchos discípulos, supo confortar a muchos confesores de la fe durante la persecución de Diocleciano y apoyó firmemente a San Atanasio en sus luchas contra los arrianos.
En su busca de soledad y persiguiendo el desarrollo de su experiencia, llegó a fijar su residencia entre unas antiguas tumbas.
¿Por qué esta elección? Era un gesto profético, liberador. Los hombres de su tiempo -como los de nuestros días - temían desmesuradamente a los cementerios, que creían poblados de demonios.
La presencia de Antonio entre los abandonados sepulcros era un claro mentís a tales supersticiones y proclamaba, a su manera, el triunfo de la resurrección. Todo -aún los lugares que más espantan a la naturaleza humana - es de Dios, que en Cristo lo ha redimido todo; la fe descubre siempre nuevas fronteras donde extender la salvación.
No siendo hombre de estudios, no obstante, demostró con su vida lo esencial de la vida monástica, que intenta ser precisamente una esencialización de la práctica cristiana: una vida bautismal despojada de cualquier aditamento.
Murió el año 356 y la leyenda dice que a la edad de 105.